Cuando nos referimos a la ciencia ficción en Chile, no
podemos dejar de mencionar al gran Hugo Correa Márquez (n. Curepto, 24 de mayo
de 1926 - † Santiago de Chile, 23 de marzo de 2008). Es por eso que LETRAS IMAGÓTICAS, a modo de humilde homenaje, comienza sus artículos de ciencia ficción con este
grande de la literatura nacional, que poco a poco sale del oscurantismo en que,
por tantos años, estuvo sumida su obra tanto por la crítica, como por los
medios culturales oficiales.
Nacido en Curepto, una localidad rural cercana a Talca,
desde pequeño sintió atracción por lo desconocido y por los mundos exteriores,
definiéndose a sí mismo como un cuentacuentos
desde la época en que les narraba relatos de su prolífica imaginación a sus
hermanos menores.
Periodista de profesión, su obsesión con los mundos
exteriores le llevó por el universo en una época marcada por la carrera espacial que
protagonizaran soviéticos y estadounidenses. Pero Correa abandonó nuestro planeta antes que ninguno, cuando en 1951 publicó la que sería su primera y más
notable novela, «Los Altísimos» (reeditada y corregida por su autor en 1959, relanzada
en 2010 por Alfaguara), un trascendental relato sobre un hombre que, al
despertar, lo hace en un hospital en otro mundo, Cronn, un lugar donde la
tecnología no solo rige la vida de las personas, sino también su plano
espiritual, generando preguntas para las cuales no siempre el protagonista tiene
respuesta y obligándole a adaptarse a una cultura deshumanizada que, hoy por
hoy, no está demasiado lejos de nuestro propio destino.
Cedomil Goic, citado en un ensayo de Aldo Astete, se refirió
a «Los Altísimos» como “una de las novelas más sorprendentes que se hayan
escrito entre nosotros. A su condición
de novela de extremada fantasía, ejemplar rarísimo en una tradición novelística
de mediocre realismo, une el raro valor de ser una excelente novela, de
sostenida coherencia en una perspectiva difícil de proyectar”.
Pero la obra de Correa no terminó en «Los Altísimos», y le
sigue una larga lista de títulos: «El que merodea en la lluvia» (1962), «Alguien
mora en el viento» (1966), novela con la que obtuviera el Premio Alerce de la
Sociedad de Escritores de Chile, «Los títeres» (1969, recopilatorio de relatos), «Cuando Pilato se Opuso» (1971, recopilatorio de relatos), «Los ojos del diablo» (1972), «El Nido de las Furias» (1981), «Donde acecha la serpiente» (1988), y «La
corriente sumergida» (1993), la que, paradójicamente, es una novela de corte realista.
Baradit le llamó, en un artículo tras su muerte, el “Coloane
de las galaxias” y “uno de los hombres que sostenían el cielo”. Lo cierto es
que Hugo Correa llegó a lo más alto de la ciencia ficción mundial, siendo
reconocido y elogiado por el propio Ray Bradbury, con traducciones al inglés,
portugués, francés, alemán y sueco. Por si fuera poco, llegó a publicar en dos
prestigiosas y clásicas revistas de ciencia ficción, Nueva Dimensión y Fantasy and
Science Fiction, en esta última cuando Isaac Asimov era el editor
científico.
El reconocimiento oficial nunca llegó, pero a su muerte
numerosos artículos honraron su memoria. Destaco entre ellos un buen resumen de
su carrera literaria publicado en EMOL.CL, una entrevista de 1998 realizada por
Francisco Ortega citada en GUIOTECA y, el más notable de todos, el emotivo artículo
publicado por Jorge Baradit en LA TERCERA que no se puede dejar pasar sin leer.
Hugo Correa fue, sin duda, un chileno adelantado a su
tiempo, no sólo en sus historias de anticipación, sino en su valiente decisión
de dedicarse con pasión a la literatura de ciencia ficción cuando nadie más lo
hacía, obligándole a llevar en las letras una vida solitaria y de poco
reconocimiento valorada sólo por las generaciones por venir, tal vez igual a lo
que sucederá con los primeros colonos que en un futuro no muy distante habitarán,
en soledad y aislamiento, los planetas exteriores que Hugo Correa tanto amó.
LETRAS IMAGÓTICAS.
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